Segundo Post
Para que comprendáis de dónde proviene todo este error, y por qué se acusa al placer y se alaba al dolor, quiero revelaros todo lo que dijo aquel fundador de la verdad y arquitecto de la vida feliz. Nadie, dijo él, desprecia, odia o huye del placer por ser placer, sino porque le siguen grandes dolores si no se persigue con razón. Igualmente, nadie ama o busca el dolor por sí mismo, sino porque hay momentos en los que, mediante trabajo y sufrimiento, se intenta alcanzar un gran placer.
Tomemos el ejemplo más sencillo: nadie haría ejercicios físicos agotadores si no esperara obtener algún beneficio. ¿Y quién reprocharía a alguien que busca un placer sin consecuencias negativas, o que evita un dolor del cual no se obtiene ningún placer?
Por el contrario, se critica con razón a quien se deja seducir por los encantos de un placer presente, sin ver, en su deseo ciego, los dolores y molestias que le esperan. La misma culpa recae sobre aquellos que, por debilidad espiritual —es decir, para evitar el trabajo y el dolor—, descuidan sus deberes.
Es fácil distinguir correctamente: en tiempos tranquilos, con libertad de elección, todos buscan el placer y evitan el dolor. Pero en momentos de deber o necesidad, se debe rechazar el placer y afrontar las molestias. El sabio, por tanto, elige sabiamente: rechaza un placer menor para obtener uno mayor, o acepta ciertos dolores para evitar sufrimientos peores.