Primer Post
Con razón se critica y rechaza a quien se deja llevar por placeres inmediatos sin prever los dolores y dificultades que le esperan. La misma responsabilidad recae sobre aquellos que, por debilidad de espíritu o para evitar el esfuerzo y el dolor, descuidan sus deberes.
En momentos de calma, cuando tenemos libertad de elección, es fácil buscar el placer y evitar el dolor. Pero hay ocasiones en las que, por deber o necesidad, debemos renunciar al placer y afrontar molestias.
El sabio, por tanto, elige con prudencia: renuncia a pequeños placeres para obtener mayores, o acepta dolores pasajeros para evitar sufrimientos peores.
Así comprendemos por qué se critica el placer y se elogia el dolor: no por su esencia, sino por sus consecuencias. Nadie desprecia el placer por ser placer, sino por el dolor que puede seguir si se busca sin razón. Del mismo modo, se puede aceptar el dolor si conduce a un bien mayor.
Nadie, por ejemplo, realizaría ejercicios físicos extenuantes sin esperar algún beneficio. ¿Y quién reprocharía a alguien que busque un placer sin consecuencias o que evite un dolor que no conlleva ningún beneficio?